Señales

Conozco personas luminosas y exquisitas.

El viernes 17 de abril me encontré con una de ellas. Una mujer con la que generé conexiones superiores, que me abraza y me llena de alma cada vez que tengo la fortuna de verla.

Fue la mejor señal que aclaró el panorama en días tristes y definió mi rol con los que me necesitan en momentos de dolor. Al fin, con los años fui conociendo los propósitos y las rutas que tenía que elegir. En este aprendizaje es posible ir sacando conclusiones sobre qué hacer para retribuir a la vida su generosidad.

Nunca podría alegrarme por la desgracia ajena, pero conozco personas que sí lo hacen. No sabemos qué nos espera a la vuelta de la esquina, por eso la experiencia dice que es mejor ser buenos seres humanos, albergadores, positivos, fieles, transparentes y honestos. Seguro que tendremos reciprocidad del otro lado, porque terminamos ganando los que intentamos ser fieles a algunos principios.

Y en este mundo de cemento no es fácil reconvertir todo lo negativo que nos llega sin aviso. ¿Cómo perdonamos a quienes nos han hecho daño gratuitamente, mientras nuestra ingenuidad o estupidez nos dejó vulnerables y a su merced? ¿Cómo olvidamos el pasado y junto con él a quién nos destrozó el alma sin motivo? ¿Cómo eximimos a quién nos faltó el respeto sin consideración?

Éste es el entorno que habitamos día a día y que a veces se complejiza porque actuamos a la defensiva con quienes se nos acercan. Fue la etapa que viví hace años, después bajé la guardia y empecé a creer que el ser humano es bueno por naturaleza. Al fin, si los demás se equivocan es su problema. Yo continúo mi camino sin cargo de conciencia, sin deseos de desquitarme, viviendo el perdón y el olvido, caso contrario me vuelvo loca.